Dama navarra de la familia Velasco, de los
condestables de Castilla desde mediados del s. XV. Marquesa de Falces por su matrimonio con el agramontés Alonso
Carrillo de Peralta, (nieto de Pierres de Peralta, “el joven”, que fue
quien construyó dicho castillo) marquesado que incluía Falces, Marcilla,
Andosilla, Azagra, Peralta, Funes, etc.
Residía en 1516, según Moret, en el castillo gótico de
Marcilla, cuando fue conminada por el Coronel
Villalba y sus huestes a abrir las puertas de la fortaleza para demolerla (hecho que sucedería con
todos los demás castillos del reyno)
siguiendo órdenes del Cardenal Cisneros, regente de Castilla, Navarra y
Nápoles tras la conquista de 1512.
Según relatan varios autores clásicos (Fabo, Boissonade,
etc.) y recogen los investigadores modernos (Idoate: 1981; Galbete: 1946) con su energía y decisión salvó el castillo
de la piqueta demoledora. Así fue cómo:
"en ausencia de
su marido, el marqués de Falces, se negó a cumplir los mandatos de Villalba y a
recibirle en la fortaleza. Alzando los puentes, bajó el rastrillo y guarnecidas
las almenas de ballesteros, D ª Ana desobedeció las conminaciones del Coronel,
las órdenes del Virrey y las disposiciones del Regente, conservando la
fortaleza hasta la ulterior decisión personal del Rey D. Carlos"
(Galbete).
La leyenda y la
historiografía romántica del s. XIX convierten a esta brava mujer en una
heroína de la defensa de Navarra contra la conquista castellana. Olóriz
recogió en versos la leyenda publicada por Navarro Villoslada según la cual Ana
de Velasco izó en la torre del homenaje la enseña del Arcángel San Miguel,
emblemática de Navarra, que habría descargado sus iras sobre el Coronel
haciéndole perecer al poco.
La desobediencia de la valiente castellana de Marcilla debió
de ser castigada ya que los marqueses de Falces aparecen incluidos en el perdón
de 1524. Se desconocen, a falta de investigación, detalles personales de la
vida de esta mujer.
Las leyendas modifican la Historia y así ocurre también con
este personaje. Circula una leyenda llamada
“El banquete de Ana de Velasco” que, más o menos, dice así:
Tras la toma de
Navarra por parte de Fernando el Católico, sus tropas entraron sin compasión en
esas tierras, para someter a los nobles, destruyendo sus fortalezas y
haciéndose con sus riquezas; Don Hernando de Villar, estaba al frente de este
pequeño ejército mandado por el rey.
En Navarra vivía Doña
Ana de Velasco, marquesa de Falces y señora del castillo de Marcilla, al enterarse
que iba a ser atacada por los hombres de Don Hernando de Villar, ideó un plan
inteligente para defenderse del agresor; Ordenó la protección del castillo de
una manera que no se sospechase nada desde el exterior, se armaron fuertemente
y se buscaron escondrijos para los soldados; al llegar las tropas invasoras al
castillo, Doña Ana salió a recibirlos acompañada por su corte, invitando a Don
Hernando y sus hombres a entrar al castillo para descansar y comer.
Estos
aceptaron gustosamente sin ver el peligro, y disfrutaron del rico manjar al que
fueron invitados; tras terminar la comida Don Hernando le dijo a Doña Ana las
órdenes que traía del rey, al escucharlo la marquesa dijo: "Podéis
volver a Castilla señor, con el terror, no podréis conseguir nada de los
navarros".
A lo que Don Hernando
respondió, que debido al trato tan amable que había recibido, dejaría a
la marquesa coger sus pertenencias, antes de destruir el castillo.
En ese
momento Doña Ana replicó: "Lo que os permitiré es que sigáis con vida si
os rendís ahora mismo", y acto seguido entraron los soldados de la
marquesa y redujeron a todos los hombres de Don Hernando.
No les quedó más
remedio a los soldados del rey, que abandonar Navarra, avergonzados por una
derrota sin batalla, y sin ninguna apetencia de destrucciones.
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