El Paleolítico es la etapa más larga en la historia de la
Humanidad, ya que se extiende, aproximadamente,
entre los 2,5 millones de años hasta los 12.000 años antes de Cristo. Es
un término que significa piedra vieja y
fue acuñado por el arqueólogo John Lubbock en 1865, en contraposición al
de Neolítico (piedra nueva).
Las manifestaciones artísticas de los pobladores del
Paleolítico se clasifican en dos grandes grupos: arte rupestre o parietal y arte mobiliar.
Llamamos arte
rupestre o parietal al que encuentra su expresión en las pinturas que se
encuentran en el interior de las cuevas
que servían de viviendas a los primeros humanos.
Solían hacerse en lo más profundo de las cuevas (aunque se
han encontrado algunas excepciones) y entre los temas favoritos encontramos las
imágenes de animales -algunos
extintos como mamuts o uros y otros reconocibles en la actualidad- como
bisontes, caballos, gacelas, osos, ciervos o toros de asombroso realismo, bien
plasmados en grupo o de manera individual. En
ocasiones se incluían signos como manos impresas a modo de tampón o
contorneadas (soplando la pintura por la boca a modo de aerosol), símbolos abstractos o figuras humanas en
escenas de caza o lucha en las que está siempre ausente el paisaje pero que
en cambio tienen un movimiento y una naturalidad sorprendentes.
Existen muchas teorías que tratan de explicar el significado
de este tipo de representaciones, pero la más difundida es que defiende que su función era propiciar la caza; sin
embargo también puede asociarse con un significado religioso o con una forma de
transmitir ritos y leyendas. Sin embargo, si nos atenemos a la primera
explicación, resulta curioso que los animales más frecuentes en las paredes de
las cuevas no fueran precisamente los más habituales en su dieta; y además, de
plantas y semillas que también formaban parte de su alimentación tampoco se han
encontrado imágenes. Pero de cualquier manera lo que parece claro es que existió algún tipo de intención mágica en su
creación. De manera que la incógnita sigue abierta.
Entre las técnicas
más habituales con las que se ejecutaban las imágenes está la pintura,
llevaba a cabo a base de pigmentos
naturales como el ocre, el carbón o el manganeso que daban lugar a
colorantes de tonos rojizos, negros o amarillentos) disueltos en grasa animal, que podían aplicarse con los dedos o con
ramas y fibras a modo de pincel. Las hay solamente perfiladas o con el
interior decorado simulando volumen, y resulta característico que las siluetas
siempre aparezcan de perfil. Sin embargo también encontramos relieves y
grabados, de hecho no resulta extraño encontrar pinturas que han aprovechado resaltes y abultamientos en la roca
para conferir tridimensionalidad a la figura.
Este tipo de arte
paleolítico aparece por todo el mundo con lo que podría ser una expresión
espontánea que en un determinado momento realizan los seres humanos en
diferentes puntos del planeta. No obstante, y a pesar de que no hay un lugar
exclusivo de creación de este tipo de arte,
España y Francia son lugares donde se concentra gran cantidad de yacimientos
donde se elabora el arte paleolítico, de tal manera que se habla de una escuela franco-cantábrica. Otro
foco importantes de arte rupestre en España
está localizado en la provincia de Cádiz,
en lo que se llama arte sureño.
En España
destacan: Altamira (sus pinturas
tienen unos 16.500 años de antigüedad), El
Castillo, Santimamiñe, Ekain,
Tito Bustillo, La Pasiega, Cueva
Chufín, Pla de Petracós….
En Francia las
más llamativas son Lascaux (conocida
con el sobrenombre de la Capilla Sixtina de la Prehitoria y una antigüedad de
unos 15.000 años), Niaux, Font de Game, Chauvet (unos 36.000
años), Fornols…
Cuevas de Altamira (Cantabria)
Cueva de El Castillo (Cantabria)
Cueva
de Santimamiñe (Vizcaya)
Cuevas de Ekain (Deva_Guipúzcoa)
Cuevas
de Tito Bustillo (Ribadesella_Asturias)
Cuevas
de Lascaux (Dordoña_Francia)
Pero además del parietal el hombre del Paleolítico nos ha
legado lo que se conoce con el nombre de arte
mobiliar: manifestaciones de su arte en forma de objetos rituales decorados, adornos personales, pequeñas esculturas de
animales o deliciosas estatuillas femeninas como la conocida Venus de
Willendorf o la de Laussel, con los atributos sexuales y las formas femeninas
(senos, caderas, glúteos) muy resaltados como símbolos de fecundidad, pero con
el rostro apenas esbozado. La estratigrafía asociada a estos restos resulta
además sumamente útil a la hora de datar el arte parietal.
También son numerosos los utensilios de uso cotidiano, y es que para afrontar la larga y
difícil lucha por la subsistencia, del hombre primitivo tuvo de idear
herramientas que le permitieran resolver las nuevas situaciones que se le
presentaban. Los restos que se han encontrado en los yacimientos son la
respuesta tecnológica a estas adversidades, la manera de en que el ser humano
se las ingenió para enfrentarse al medio y dominarlo. Actividades como cazar,
defenderse de los enemigos, cortar pieles o ramas, calentarse, etc. hicieron
necesario el desarrollo de una serie de técnicas cuyos vestigios nos sirven en
la actualidad para intentar comprender cómo vivían, pensaban y sentían nuestros
antepasados. Así, tenemos hachas de mano
(bifaces), bastones de mando, lascas afiladas, azagayas o puntas de arpón,
muchos de ellos con decoraciones geométricas como líneas y puntos o pequeñas
incisiones.
Aunque los restos más frecuentes son, como
ya hemos visto, de piedra (sobre todo de
sílex o pedernal, que es una variante del cuarzo) o de hueso, lo cierto es que aquellos primeros hombres usaron también madera, pieles, conchas o
fibras vegetales, pero el hecho de que estos materiales sean perecederos
hace que sean menos los ejemplos hayan llegado hasta nosotros.
Ciervo grabado en un bastón perforado. Cueva de El
Castillo (Cantabria)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.