Hacia
el 3200 a.C., existen un conjunto de ciudades-estado, vertebradas por el
gran río Nilo y organizadas en torno a las dos
grandes áreas en que se divide geográficamente Egipto: por un lado el gran
delta, zona pantanosa al norte, denominada el Bajo Egipto; por otro lado la
cuenca
del Nilo desde Asuán, al sur, el Alto Egipto. Esta dualidad está muy
presente en el imaginario egipcio y que se remonta a la unificación del país por el mítico rey Menes, (identificado con el rey predinástico Narmer) que aparece representado en la
famosa paleta del Louvre. En ésta, aparece el rey con los atributos de la
realeza, venciendo a los enemigos, y portando
las dos coronas, la blanca del Alto Egipto en el anverso, la roja del Bajo Egipto en el reverso, que en representaciones posteriores de los faraones
aparecerán unidas.
Este periodo, llamado Predinástico o Tinita, dará paso al Imperio Antiguo, que suele situarse desde el 2700 al 2200 a.C. con grandes
personajes como el rey Zoser y su visir el sabio Imhotep, médico, matemático, y
arquitecto, quien dirigió el diseño y construcción de la pirámide de Saqqara;
así como los reyes Keops, Kefrén y Mikerinos, a quienes se les atribuyen las grandes
Pirámides de Gizeh.
Alrededor del 2200 a.C. la desintegración del poder estatal
da paso a una feudalización y una edad media en la que aparece un cierto
florecimiento literario, con obras didácticas que reflejan este periodo de
decadencia (Primer Periodo Intermedio). La restauración del Estado, alrededor
del 2040 a.C. dará paso al Imperio Medio, que durará hasta la
invasión de los hicsos, pueblos nómadas procedentes del Oriente medio, hacia el
1800 a.C. Este hecho da origen al Segundo Periodo Intermedio, que finalizará sobre
el 1550 a.C. con la reunificación y expulsión de los hicsos por la dinastía
tebana. Asistimos al nacimiento del Imperio
Nuevo, donde se sitúan los reyes más
conocidos por el gran público: Ramsés
el Grande, la reina Hatsepsut, Akhenatón el faraón hereje y su bella esposa
Nefertiti o el faraón niño Tutankamon.
Esta será la última época de esplendor de Egipto, sumido
después de la invasión de los misteriosos "pueblos del mar" en una
larga etapa de continua decadencia, salpicada de invasiones de distintos
pueblos -asirios, libios -culminando con la conquista de Alejandro y la instauración de la dinastía helenística
de los Lagidas hasta la muerte de la
última reina de Egipto, Cleopatra VII y su integración dentro del Imperio
Romano.
Los últimos vestigios de esta civilización milenaria
finalizarán en el 535 d.C., con el cierre del último templo "pagano"
de la isla de Filae por el emperador bizantino Justiniano.
Arquitectura
La arquitectura egipcia se caracteriza por la utilización de
materiales como la caliza, el adobe y la
madera; en una época más temprana se utiliza también el ladrillo, aunque este deja de utilizarse en el Imperio Antiguo.
El adobe y la madera se siguen usando en las viviendas, lo que ha dificultado
su conservación, a pesar de lo cual, gracias a distintas intervenciones
arqueológicas en yacimientos como Tell el Amarna o la meseta de Gizeh, se ha
podido conocer la vivienda egipcia y la vida cotidiana de las clases populares.
La arquitectura
monumental es la que mejor ha resistido al paso del tiempo y a la
destrucción, fundamentalmente la de carácter religioso, templos, tumbas y
complejos funerarios. En cuanto a la arquitectura urbana de edificios no
religiosos, palacios, centros administrativos, etc. apenas han
quedado vestigios, pareciendo que los egipcios daban más importancia a
lo sagrado y ultraterreno, a las viviendas de los dioses y de los
"kas" de los difuntos faraones que a las viviendas temporales de
éstos.
Los elementos arquitectónicos más
característicos son las columnas. Aunque
conocen el arco y la bóveda, no las utilizan, siendo la arquitectura
egipcia básicamente arquitrabada, en
la que los techos planos son sostenidos por muros y columnas, y en menor medida
por pilares, todos ellos profusamente decorados.
Se pueden distinguir varios
tipos de columnas, según sus capiteles, de inspiración vegetal. Se suele
considerar la influencia de las columnas egipcias sobre el origen y desarrollo de los órdenes griegos. Los muros eran decorados con bajorrelieves
policromados y jeroglíficos.
Templos
El templo egipcio no
tenía una función ceremonial popular como las iglesias, el pueblo podía
entrar pero sólo hasta el patio. No servía entonces para que el sacerdote
predicara su doctrina a los fieles. Su
función era de servir de vivienda al dios o diosa al que estaban consagrados,
y que se supone se manifestaban en las estatuas situadas en las capillas, a las
que sólo podían acceder un reducido
número de sacerdotes.
El templo se
estructuraba en varias partes:
. Una avenida flanqueada
por estatuas de esfinges o carneros, y obeliscos.
. La entrada se hacía
por una puerta en los grandes pilonos, que daba paso a un patio descubierto con columnas.
Esta conducía a la sala hipóstila, una sala techada con
grandes columnas a semejanza de un bosque.
. Después se pasaba a
la Sala de la Barca, donde se erigía
la barca solar, por un lado una barca ceremonial en la que sacaban al dios en procesión por el río y por otro,
representación de la Barca de los Millones de Años, en donde el dios del Sol Ra
atravesaba cada noche el inframundo rodeado de los demás dioses, hasta el este
y el amanecer.
Tras la sala de la barca se hallaba, por último, el santuario o sala del naos, el lugar más sagrado donde se hallaba la
estatua del dios, así como capillas dedicadas a otros dioses asociados.
La
luz iba disminuyendo según se iba accediendo al santuario, que era la zona
más oscura. Los patios, abiertos, representaban la parte más iluminada, el
contacto con el pueblo. Los techos van bajando en cada sala, yendo desde lo más
visible, lo más abierto, hasta lo más oculto, y escondido, y dando cierta
impresión de que el individuo va "creciendo" gradualmente , como
reflejo del crecimiento espiritual necesario para presentarse ante la
Divinidad.
Fue durante el Imperio
Nuevo cuando más importancia adquirió la construcción de templos. Entre
ellos destacan el Gran Templo de Amón,
en Karnak; el Templo de Ramsés II, en Abú Simbel, el Templo de Luxor, y los hipogeos del Valle de los Reyes.
Templo de Ramsés II, en Abu Simbel
Templo de Ramsés II, en Abu Simbel
Templo de Luxor
Mastabas, hipogeos, speos
Las tumbas son de las
construcciones egipcias que más se han conservado. El pensamiento egipcio
daba mucha importancia a la tumba, que era morada de la momia del difunto,
habitada por el ka o doble del individuo y al que se dedicaban ofrendas. Las
tumbas eran decoradas con imágenes del Más Allá y de la felicidad que le
esperaba al difunto que conseguía superar el Juicio de Osiris, y se llenaban de
las cosas de las que había disfrutado en vida, como mobiliario, alimentos,
incluso juegos. En ciertas tumbas se hacían enterrar junto al difunto unas
figuritas que representaban campesinos, artesanos, soldados... los ushebti, a
modo de sirvientes.
Según la mentalidad egipcia, el Más Allá o Amenti era un reflejo celeste del Egipto terrestre;
las pinturas nos muestran a las almas
realizando actividades de la vida cotidiana, segando trigo, haciendo
pan, cazando o celebrando fiestas. Todo ello da una imagen no de temor ante la muerte sino de esperanza ante la vida
ultraterrena.
En las tumbas se
situaba el cuerpo del difunto, momificado. Esta práctica de la momificación
parece remontarse a la época de formación de esta civilización, gracias al
particular clima egipcio que posibilitaba la conservación del cuerpo. Después
se desarrollaron técnicas para mejorar esa conservación, dentro del ritual de
la momificación. Al difunto se le extraían los órganos internos, algunos se
desechaban, como el cerebro y otros, como los pulmones, el estómago, el hígado
y los intestinos, se depositaban en los vasos cánopos, vasijas con cabezas de
animales que representaban a los hijos del dios Horus. Luego se le bañaba en
una solución química con base de natrón, y se le vendaba en tiras de lino,
entre las cuales se introducían amuletos y fragmentos del "Libro de los Muertos"
El corazón, sede de los pensamientos y
emociones, se dejaba en el cuerpo, pues era el punto central del Juicio al que debía someterse. A veces junto al corazón se
situaba un escarabajo grabado con jeroglíficos como recordatorio de la llamada
"confesión negativa" que debía realizar el alma del difunto (ba) ante
el tribunal de los dioses presidido por Osiris y al que llegaba tras haber
atravesado distintas puertas franqueadas por terribles demonios, cuyo nombre
exacto debía pronunciar. Una vez en el juicio, el difunto debía realizar la
confesión negativa : "[...] He aquí que yo traigo en mi Corazón la Verdad
y la Justicia, pues he arrancado de él todo el Mal. No he causado sufrimiento a
los hombres. No he empleado la violencia con mis parientes. No he sustituido la
Injusticia a la Justicia. No he frecuentado a los malos. No he cometido
crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con exceso. No he intrigado por
ambición. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No
he privado al indigente de su subsistencia. No he cometido actos execrados por
los dioses. No he permitido que un servidor fuese maltratado por su amo. No he
hecho sufrir a otro.[...] ¡Soy puro! ¡Soy puro! ¡Soy puro!"
De esta confesión tomaba nota el Dios escriba Thot y acto
seguido Anubis, de cabeza de chacal tomaba el corazón y lo pesaba en la balanza
con la pluma de Maat (la Verdad, la Armonía) en el otro platillo. Si el corazón
pesaba más que la pluma, era por culpa de los defectos y pecados, siendo
devorado por el terrible monstruo Ammit, de cabeza de cocodrilo y cuerpo de
hipopótamo. Si pesaba igual que la pluma, el difunto se consideraba puro y
"justificado", pasando a los campos de Iaru donde residiría como Alma
Bendita junto a los dioses.
Al final del Imperio Antiguo, se empezaron a inscribir los
textos sagrados donde se relata el viaje del difunto por el Más Allá y todas
las pruebas que debía superar, el vulgarmente
llamado "Libro de los
Muertos" (o " de la Salida del Alma a la Luz del Sol").
Al
principio, las tumbas eran más bien sencillas. En el Imperio Antiguo aparecen las mastabas, dedicadas
exclusivamente a los reyes o a los altos nobles, igual que la momificación. En
esta época empiezan a edificarse las mastabas, túmulos con forma tronco piramidal realizados con bloques de caliza.
En el Imperio Medio y Nuevo se utilizan los hipogeos, tumbas excavadas en la roca. Los más famosos son los del llamado Valle de los Muertos, con tumbas tan conocidas como las de Ramses o Seti, así como la tumba de Tutankamon, la única que se descubrió intacta, con todo el ajuar funerario mantenido por el olvido a salvo de los ladrones de tumbas.
Otro
tipo de tumba o templo funerario es el speos; el más famoso es el de Ramsés
II de Abu Simbel, que tuvo que ser trasladado de lugar por culpa de la
construcción de la presa de Asuán en el pasado siglo.
Las pirámides ¿tumbas o templos solares?
Tradicionalmente, la
historiografía ha considerado las pirámides como las tumbas de los reyes a los
que se les atribuyen. Sin embargo, a esta idea se le pueden poner ciertas
objeciones. Por ejemplo, el hecho de que en la pirámide de Keops no haya
sólo una cámara mortuoria, sino hasta tres. O el de que su padre Sneferu
erigiera no una pirámide, sino hasta tres o cuatro. La edad de los complejos de
Gizeh también se está poniendo en duda,
basándose en ciertos datos, como el estudio de la erosión de la Esfinge por un
grupo de geólogos quienes la achacan no a los vientos sino a la acción del agua
de lluvia; según esta teoría habría que remontarse a una época muy anterior a
la faraónica, cuando el clima de Egipto era mucho más húmedo y disfrutaba de precipitaciones
abundantes.
Al margen de estas consideraciones, hay que señalar que las pirámides no constituían un monumento
aislado sino que formaban parte de un complejo constituido por un templo en la
orilla del Nilo, del que partía una calzada ceremonial que conducía desde este
al templo edificado junto a la pirámide.
Simbólicamente la
pirámide se asociaba a la Colina Primordial que surgió de las aguas del
Caos y donde se posó la Divinidad en forma de Ave Fénix (Benben) para dar
origen a la Creación. Estaban revestidas de blanca caliza que
reflejaba la luz del sol, y coronadas
con un piramidión de oro (llamado igualmente Benben).
La pirámide escalonada de Saqqara se
considera como la primera. Fue edificada para el rey Zoser de la III dinastía por su visir Imhotep,
con forma de mastabas superpuestas, formando una escalera hacia el cielo.
Al primer faraón de
la IV dinastía, Seneferu, se le atribuye tres pirámides más una secundaria. La
Pirámide romboidal o acodada, en la que la inclinación inicial se modifica, fue
considerada como una pirámide "fallida"; sin embargo hay
investigadores que consideran que el proyecto inicial incluía ya el cambio de inclinación.
La pirámide de Meidum, atribuida a su antecesor Huni y siendo supuestamente
terminada por Sneferu, de la que sólo queda el núcleo central, teniendo por
tanto más aspecto de torre que de pirámide. Y por último, la pirámide roja,
aunque en un principio debió ser blanca por el revestimiento de caliza, hoy
perdido.
Haría
falta un tratado entero para hablar del complejo
de Gizeh y acercarse un poco a todos los misterios y enigmas que encierran sus monumentos, entre ellos la Gran
Pirámide, la única Maravilla de la Antigüedad que queda en pie hoy en día.
Su exacta orientación sigue desconcertando a los arqueólogos, así como la singular posición de las tres pirámides,
que curiosamente coincide con el cinturón de estrellas de la constelación de
Orión, relacionado, junto con la estrella Sirio (Sothis para los egipcios) con
el dios Osiris y el renacimiento de la vida que el crecimiento del Nilo traía
consigo.
Las
tres pirámides integradas en dicho complejo son las de Jufu (Keops), Jafra (Kefren) y Menkaura (Micerino).
En la siguiente imagen aparecen las tres grandes pirámides: pirámide de Micerinos, pirámide
de Kefrén y pirámide de Keops, de más cerca a más lejos. En primer término
están las denominadas pirámides de las reinas. Todas estas pirámides fueron construidas durante el Imperio Antiguo.
Junto a las tres citadas pirámides, y
dentro del complejo de Gizeh, se encuentra también la famosa esfinge de Gizeh. La Gran Esfinge de Guiza es una
monumental escultura que se encuentra en la ribera occidental del río Nilo, en
la ciudad de Guiza, unos veinte kilómetros al suroeste del centro de El Cairo.
Los egiptólogos estiman que fue esculpida c. siglo XXVI a. C., formando parte
del complejo funerario del rey, durante la dinastía IV de Egipto. Los lugareños
la llamaban Abu el-Hol 'Padre del Terror',
corrupción de la expresión copta "bel-hit", que se aplica a quien manifiesta su
inteligencia en los ojos y que traduce la denominación egipcia hu o ju, que
significa 'el guardián' o 'vigilante'.
Pintura egipcia
La pintura del Antiguo Egipto se caracteriza por su singular
canon que se conservará casi sin
alteraciones durante toda su historia.
Tanto en pintura como en escultura el egipcio perseguía representar no la realidad
sensible sino una imagen idealizada y simbólica.
Como técnicas
pictóricas utilizaron el fresco, el temple y el encausto, mezclando distintos pigmentos de colores
con clara de huevo y disolviéndolo en agua para su aplicación en los muros
revestidos con una capa de yeso.
Estaba sometida a un canon estricto que se manifiesta en la representación de la figura humana con el
rostro, brazos y piernas de perfil , el
ojo y el tronco de frente y la cadera en tres cuartos, destinada a resaltar las
partes más importantes, los ojos y el pecho.
También hay que
destacar la jerarquía. No se
persigue la representación de la perspectiva ni se respetan las proporciones,
sino que estas responden a la importancia del personaje. Los dioses y faraones
son representados de mayor tamaño que el resto de personajes. Los rostros
siempre son jóvenes e idealizados, lo que se romperá por un breve periodo
durante el reinado de Akhenaton, quien estableció una estética más realista,
resaltando el rostro casi grotesco y el vientre abultado del faraón.
Los colores son
planos, sin gradaciones, usándose un tono de color más oscuro y ocre para los
hombres y un tono más claro y rosado para las mujeres. Los dioses a veces
se representaban con otras tonalidades de forma simbólica, por ejemplo Osiris
aparecía de color verde, color asociado a la vegetación y al renacimiento,
mientras que Amón aparecía de color negro, simbolizando lo oculto, el misterio,
el Alma escondida del Sol.
Las pinturas aparecen
casi siempre asociadas a los templos o a las tumbas. En el caso de estas,
junto a representaciones del faraón junto a distintos dioses, aparecen también
imágenes del paraíso egipcio. El egipcio
gusta de pintar la naturaleza, la vegetación del río, animales salvajes y
domésticos, con una vivacidad y una serenidad que inspiran alegría de vivir.
Además de los frescos
y bajorrelieves, la pintura se usaba también en papiros, desde los rollos
de carácter simbólico y religioso como el "Libro de los Muertos" a
pequeños fragmentos de carácter humorístico, erótico o caricaturesco.
Escultura
La escultura sigue el
mismo patrón de la pintura: representaciones idealizadas con un canon estricto,
siguiendo la "ley de la frontalidad"..
Los
materiales más utilizados son el granito, el basalto y la caliza, también la madera y
otros materiales nobles, como el marfil. Las de madera y las de caliza se solían policromar y llevaban
materiales incrustados, sobre todo en los ojos, que daban mayor vida a la
escultura.
La famosa escultura “El escriba sentado” fue hecha durante el Imperio Antiguo (entre los años 2450 y 2380 a.C.). Su cuerpo está esculpido en caliza, y sus ojos tallados en cristal de roca, cuarzo blanco y ébano. Su cara está atenta y su mirada es viva; esta parte del cuerpo es muy realista, resaltan los pómulos y las mejillas, y los ojos aparentan gran realismo. Las manos están talladas con esmerado detalle. Su postura es algo hierática, y su actitud tensa. Actualmente la estatua se exhibe en el Museo del Louvre de París, Francia.
El tamaño de las esculturas egipcias es variable,
hay algunas grandes, otras de tamaño natural y otras pequeñas, en todas se busca una cierta proporción, incluso en las
estatuas colosales.
La escultura mantiene
un carácter de rigidez e hieratismo, para transmitir la idea de
permanencia y eternidad. Asimismo obedece al principio o ley de la frontalidad: son esculturas muy
frontales y simétricas. Las estatuas de cuerpo entero pueden ser sedentes, o
bien sobre un asiento o trono en forma de cubo, o bien, como en el caso de los
escribas, con las piernas cruzadas. También se representan de pie, con una postura
típica que después será copiada por el arte griego arcaico: los brazos a los
lados del cuerpo, a veces portando un bastón ceremonial o el símbolo Ankh
(símbolo de vida o vitalización propia de los dioses), una de las piernas
adelantada en posición de avance, o bien con las dos piernas juntas, sobre todo
en las estatuas de dioses "momificados", como Osiris o Ptah, dios del
fuego y de los artesanos.
Los
rostros suelen estar idealizados, principalmente en el caso de los
faraones, mientras que tratándose de personajes
cortesanos se acercan más al retrato, incluso sin ocultar defectos o
deformaciones físicas.
Es de señalar también que mientras que las esculturas de los
faraones y personajes de la corte intentan dar una sensación de majestuosidad
con la aplicación del canon de frontalidad y el de la rigidez, no se puede
decir lo mismo de las estatuas que representan a personajes de inferior categoría, que son representados en actitudes
y formas más realistas y naturales. Es el caso de la conocida con el nombre
de El alcalde del pueblo.
También abundan las figurillas que representan escenas de la vida cotidiana (trabajos
agrícolas, soldados, sirvientes, artesanos, etc.)
Los bustos son escasos: destaca el famoso busto de Nefertiti, exhibido en Berlín; su inmortal y excepcional belleza del rostro de esta inteligente mujer nos sigue cautivando 3300 años después.
Comentario especial requiere la muy
conocida tumba de Tutankamon. El autor del descubrimiento de la misma en el Valle
de los Reyes, cerca de Luxor, fue el
inglés Howard Carter.
Cuando Carter tenía 17 años, una sociedad de egiptología inglesa advierte su talento de dibujante y le propone marcharse a Egipto. Acepta y una vez allí, copia bajorrelieves, aprende a restaurar los monumentos, y se convierte finalmente en Inspector de Antigüedades. En 1908, Lord Carnarvon, un noble, entusiasta aficionado a la arqueología y dispuesto a proporcionar los fondos necesarios para continuar el trabajo de Carter, lo contrata para excavar en Tebas y, luego, en el Valle de los Reyes. En noviembre de 1922, es la apoteosis: tras largos años de vana búsqueda, Howard Carter descubre la tumba de Tutankamón. Se ha podido saber que Tutankamón era hijo de Akenaton, que estuvo casado con Nefertiti. Pero la madre de Tutankamón no fue la famosa Nefertiti, sino Kiya, otra de las esposas del faraón.
Cuando Carter tenía 17 años, una sociedad de egiptología inglesa advierte su talento de dibujante y le propone marcharse a Egipto. Acepta y una vez allí, copia bajorrelieves, aprende a restaurar los monumentos, y se convierte finalmente en Inspector de Antigüedades. En 1908, Lord Carnarvon, un noble, entusiasta aficionado a la arqueología y dispuesto a proporcionar los fondos necesarios para continuar el trabajo de Carter, lo contrata para excavar en Tebas y, luego, en el Valle de los Reyes. En noviembre de 1922, es la apoteosis: tras largos años de vana búsqueda, Howard Carter descubre la tumba de Tutankamón. Se ha podido saber que Tutankamón era hijo de Akenaton, que estuvo casado con Nefertiti. Pero la madre de Tutankamón no fue la famosa Nefertiti, sino Kiya, otra de las esposas del faraón.
El 4 de noviembre de 1922 Carter halló la
tumba (posteriormente designada KV62), que se encontró casi intacta, siendo la
mejor conservada del Valle de los Reyes. Junto a Lord Carnarvon, el 16 de
febrero de 1923, Carter abrió la cámara funeraria siendo el primero en ver el
sarcófago de Tutankamón. El
sarcófago no pudo abrirse hasta un año después
Carter y su equipo dedicaron una década a documentar, fotografiar, catalogar y conservar con todo esmero y máximo cuidado cada una de las 5.398 piezas. Fue la primera excavación filmada en cine, y el fotógrafo del Museo Metropolitano de Nueva York, Harry Burton, trabajó con Carter diez años hasta catalogarlo todo. El proceso llegó hasta quitar las vendas a la momia, algo que los egiptólogos actuales jamás harían para no ponerla en peligro.
Imágenes de Harry Burton, coloreadas posteriormente
Carter y su equipo dedicaron una década a documentar, fotografiar, catalogar y conservar con todo esmero y máximo cuidado cada una de las 5.398 piezas. Fue la primera excavación filmada en cine, y el fotógrafo del Museo Metropolitano de Nueva York, Harry Burton, trabajó con Carter diez años hasta catalogarlo todo. El proceso llegó hasta quitar las vendas a la momia, algo que los egiptólogos actuales jamás harían para no ponerla en peligro.
Imágenes de Harry Burton, coloreadas posteriormente
Quien no llegó a ver la momia fue lord
Carnarvon, que murió el 5 de abril de 1923 por una infección que le causó la
picadura de un mosquito que se sajó afeitándose.
Howard Carter y Lord Carnavon
Howard Carter y Lord Carnavon
Y comenzó a propagarse lo que se conoce con el nombre de la “maldición
del faraón”.
A la muerte de Lord Carnarvon siguieron
varias más. Su hermano Audrey Herbert, que estuvo presente en la apertura de la
cámara real, murió inexplicablemente en cuanto volvió a Londres. Arthur Mace,
el hombre que dio el último golpe al muro para entrar en la cámara real, murió
en El Cairo poco después, sin ninguna explicación médica. Sir Douglas Reid, que
radiografió la momia de Tutankamon, enfermó y volvió a Suiza donde murió dos
meses después. La secretaria de Carter murió de un ataque al corazón, y su
padre se suicidó al enterarse de la noticia (lo incluyeron en la maldición a
pesar de no estar relacionado con la tumba ni haberla visitado). Un profesor
canadiense que estudió la tumba con Carter murió de un ataque cerebral al
volver a El Cairo.
Aquello, unido a la muerte del canario de Carter engullido
por una cobra, alimentó las leyendas de la maldición de la momia, supuestamente
enfadada por haber profanado el eterno descanso del farón, divulgadas por la
prensa que se había quedado sin noticias por la exclusiva firmada por Carter con ‘The Times’ y que estaba ávida de
noticias.
En las décadas de 1960 y 1970 las piezas del Museo Egipcio
de El Cairo se trasladaron a varias exposiciones temporales organizadas en
museos europeos. Los directores del museo de entonces murieron poco después de
aprobar los traslados, y los periódicos ingleses también extendieron la
maldición sobre algunos accidentes menores que sufrieron los tripulantes del
avión que llevó las piezas a Londres.
La explicación más común a la maldición de los faraones es
que fue una creación de la prensa sensacionalista de la época. Un estudio
mostró que, de las 58 personas que estuvieron presentes cuando la tumba y el
sarcófago de Tutankamón fueron abiertos, sólo ocho murieron en los siguientes
doce años. Todos los demás vivieron más tiempo, incluyendo al propio Howard Carter
que murió en 1939. El médico que hizo la autopsia a la momia de Tutankamon
vivió hasta los 75 años.
Algunos han especulado con que un hongo
mortal podría haber crecido en las tumbas cerradas y haber sido liberado cuando
se abrieron al aire. Arthur Conan Doyle, autor de las novelas detectivescas de
Sherlock Holmes, fomentó esta idea y especuló con que el moho tóxico había sido
puesto deliberadamente en las tumbas para castigar a los ladrones de tumbas.
Y, para terminar, una curiosidad. En España tenemos un templo egipcio auténtico, del Imperio Medio. Se trata del templo de Debod y lo podemos visitar en el corazón de Madrid, en el solar que ocupó el antiguo Cuartel de la Montaña, que tanto protagonismo tuvo en los primeros días del golpe militar franquista y que quedó totalmente derruido al finalizar la guerra civil.
El Templo de Debod fue un regalo de Egipto a España en 1968 en compensación por la ayuda española tras el llamamiento internacional realizado por la Unesco para salvar los templos de Nubia, principalmente el de Abu Simbel, en peligro de desaparición debido a la construcción de la presa de Asuán. En agradecimiento, Egipto donó cuatro monumentos a los países que respondieron a este reclamo en una manera significativa: Dendur a los Estados Unidos (se encuentra actualmente en el Metropolitan Museum de Nueva York), Ellesiya a Italia (Museo Egipcio de Turín), Taffa a los Países Bajos (Rijksmuseum van Oudheden de Leiden) y Debod a España.
Tiene una antigüedad de unos 2200 años. Su núcleo más antiguo fue quizás erigido bajo el faraón Ptolomeo IV Filópator, y decorado posteriormente por el rey nubio Adijalamani de Meroe hacia 200-180 a. C., siendo dedicado a Amón de Debod (Amani, en idioma kushita) e Isis, aunque a decir verdad la mayoría de los investigadores piensa que su erección fue obra de Adijalamani, interviniendo posteriormente Ptolomeo IV en él. Posee importantes añadidos de época ptolemaica y romano-imperial (del siglo I a. C. al II d. C.).
Al ser trasladado a España, se situó de manera que conservase aproximadamente la misma orientación que en su lugar de origen, de este a oeste.
Aspecto que ofrecía el templo en su emplazamiento original
El
contenido de esta entrada ha sido copiado en su mayor parte del blog Decorar
con Arte y de Wikipedia.
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