lunes, 4 de marzo de 2024

El cantonalismo

 El cantonalismo fue un movimiento surgido durante la Primera República Española (1873-1874) que aspiraba a dividir el Estado en cantones casi independientes.

Partidario de un federalismo de carácter radical, su objetivo era establecer una serie de ciudades o confederaciones de ciudades (cantones) independientes que se federarían libremente.

 Fue protagonizada por los republicanos federales «intransigentes», que, después de la abdicación de Amadeo de Saboya, querían instaurar inmediatamente la república federal de abajo arriba, sin esperar a que las Cortes Constituyentes elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal, tal y como defendía el presidente del Poder Ejecutivo de la República, el también republicano federal Francisco Pi y Margall, apoyado por los sectores «centrista» y «moderado» del Partido Republicano Federal, que tenían la mayoría en la Cámara.

Se puede decir que el cantonalismo fue eminentemente un fenómeno de la pequeña burguesía, que además tuvo una gran influencia sobre el naciente movimiento obrero y constituyó un precedente para el anarquismo en España.




Se inició el 12 de julio de 1873 en Cartagena —aunque tres días antes había estallado la revolución del petróleo de Alcoy (se llamó así, debido al incendio provocado por los insurgentes del ayuntamiento de la ciudad y algunas casas colindantes—, extendiéndose en los días siguientes por las regiones de Valencia, Murcia y Andalucía.

El movimiento cantonal también alcanzó a algunas localidades de las provincias de Salamanca y Ávila, donde se llegaron a proclamar cantones —estados independientes voluntariamente federados en la Federación Española—, destacando también, en Extremadura, el intento de constituir cantones en Coria, Hervás y Plasencia


En la mayoría de los territorios, se abolían los impuestos menos populares, se aprobaban medidas favorables a los trabajadores y se expropiaban los bienes de la Iglesia. Al menos 32 provincias se encontraban alzadas en armas, bien por las insurrecciones cantonales bien por las guerras carlistas. Paradójicamente, algunos territorios carlistas facilitaron el paso de las tropas republicanas que se desplazó el Gobierno para apagar las rebeliones en municipios como Castellón

El gobierno central de Madrid mandó al ejército regular a controlar la situación. El general Pavía se encargó de someter las tierras del Sur y poco a poco fue doblegando la resistencia cantonal.

En otoño la revolución cantonalista en España estaba prácticamente sofocada. Resistía aún el foco inicial, el cantón de Cartagena (con su líder Antonio Gálvez Arce -Antonete-), que había puesto a circular incluso su moneda propia: los duros de Cartagena. Cuando se  vio rodeada por un asedio militar, los revolucionarios iniciaron contactos con el gobierno de Estados Unidos para que garantizara su independencia a cambio... ¡de entrar en la Unión!

Otras situaciones, cuando menos, curiosas fueron la declaración de guerra de la nación de Jumilla a Murcia («La nación de Jumilla desea estar en paz con todas las naciones extranjeras y, sobre todo, con la nación murciana, su vecina; pero si ésta se atreve a desconocer nuestra autonomía y a traspasar nuestras fronteras, Jumilla se defenderá, como los héroes del 2 de Mayo (de 1808), y triunfará en la demanda (…) y a no dejar en Murcia piedra sobre piedra») o la de Granada a Jaén (todavía no han firmado el armisticio).

El 12 de enero de 1874 entraron las tropas del general José López Domínguez en Cartagena y terminó el sueño federalista del cantonalismo.


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